Vista panorámica


Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias

Historia de la Muy Noble, Muy Leal y Coronada Villa de
Medina del Campo
conforme a varios documentos y notas a ella pertinentes por
D. ILDEFONSO RODRÍGUEZ Y FERNÁNDEZ
Doctor en las Facultades de Sagrada Teología, Filosofía y Letras y Medicina, Catedrático de esta Facultad en la Universidad Central (antes en la de la Habana), Caballero de la Orden de Carlos III, etc.

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Naturales de Medina que han tenido empleos honoríficos cerca de los Reyes

Dice Ayllón: “Escribo esto, para que las familias actuales a quienes pertenezcan se gloríen de haber tenido tales progenitores, y se muevan los sucesores a adquirir los las mismas sendas la gloria que ellos se granjearon.”

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Alonso de Mercado

Vienen los Mercados del Capitán Mercado o Mercator, de origen italiano, cuya casa poseen el Duque de Rávena y el Marqués de Anona,  que con los Pollinos, ayudaron a los cuatro primeros linajes a echar fuera a los moros, a fines del siglo X, quedando con los mismos privilegios que los otros cuatro linajes.

Fue hijo de Hernando de Mercado, y tuvo un hermano de ese mismo nombre; fue del hábito de Alcántara, Comendador de la Orden Teutónica de Alemania, donde estuvo al servicio del Infante D. Fernando, que le conceptuó mucho, nombrándole su Cazador mayor, y en 13 de Octubre de 1550 se escribió el siguiente documento: “Notorio sea a todos y a cada uno por las siguientes letras, como el noble Alfonso de Mercado, a quien llaman Maestro y prefecto de los alcones de Su Majestad regia de los romanos, etc.”

Está sepultado en Viena, y en su epitafio están sus cargos de “Caballero de Calatraba, de la Orden Teutónica, Embajador del Emperador a la Reina de Inglaterra, que después de haber con inquietudes  y solicitudes gobernado, padeciendo trabajos anejos al gobierno y expediciones Búmica y Paviense, entregó la vida mortal a este sepulcro, año de 1565.”

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Álvaro de Lugo.- (Oss. Págs.. 211 y 248.)

El origen de esta casa viene de Álvar Fañez de Lugo y Baamonde, Señor de Lugo en Galicia, y teniendo su casa solariegas  en Santa María de Ortigosa, y de ella descienden los Marqueses de los Vélez. Vino a Medina en tiempo de D. Juan II, de quien fue doncel y vasallo, con gajes y acostamiento de lanzas; fue Camarero de Enrique IV, que le dio los heredamientos de Foncastín y Valverde y lo civil y criminal de Villalba de Adaja.

Casó Álvar Yáñez en medina con Dª. Juana Gutiérrez de Montalvo, hija de Juan Gutiérrez, Señor de Serrada, y de Dª. Beatríz de Bobadilla y Daza, y el primogénito fue nuestro Álvaro de Lugo y Bobadilla; fue Regidor de Medina en tiempo de las Comunidades. Geltilhombre de Carlos V, Corregidor de Toledo, Madrid, Valladolid, y Córdoba. Ossorio se extiende bastante en la historia de este hijo de Medina. Ayllón copia la carta de D. Carlos, en que se le manda hacerse cargo del recate de Francisco I, y está fechada en Bolonia, a 25 fr Enero de 1530, y habla de la flor de lis, alhaja que entraba en el precio del rescate, la cual era de oro, guarnecida de diamantes, zafiros, esmeraldas y balajes, que pesó doscientas onzas y media, y además un Crucifijo sobre una gran Cruz, del verdadero leño en que murió nuestro Señor Jesucristo, y uno de los clavos con que fue en ella crucificado. Hízose el acto en la entrega con la mayor formalidad y menudencia que es posible, construyendo un tablado sobre el Bidasoa. Álvaro puso este rescate en el castillo de la Mota, donde permaneció hasta que fue entregado al Huardajoyas de S.  M., Pedro Cortavilla , la flor de lis, está firmada por el Rey en Madrid, a 28 de Febrero de 1555. Los demás hechos, en Ossorio.

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Don Antonio de Lugo.- (Oss. Pág. 248.)

Hijo del anterior de de Dª. Juana Dávila y Rivera, del hábito de Santiago, tuvo por padrinos al Emperador y a la Emperatriz Dª. Isabel de Portugal su mujer, de quien fue paje; fue además alguacil mayor de la Inquisición de Valladolid, Gentilhombre de Cámara de D. Juan de Austria y de boca de Felipe II. Fue Corregidor de Jerez, de Málaga y de Madrid, a la entrada de Dª. Ana de Austria.

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Doña Beatríz de Bobadilla

Fue hija de Pedro de Bobadilla y de Dª. María de Maldonado, dama de la Reina Católica, a cuyo servicio siempre estuvo. Fue dama de grande entendimiento y de grande prudencia. Obtuvo en Palacio el empleo d Camarera y Mayordoma mayor de la Reina, de quien fue siempre buena amiga y consejera. Influyó mucho para que Isabel, siendo Princesa, lograse la Corona, y la elogian todos los cronistas de los Reyes Católicos.

Casó con el Mayordomo mayor de los mismos Reyes, Andrés Cabrera, en Alcalá, donde se celebraban Cortes, sentándoles a su mesa los Reyes, honra rara entonces, los cuales la hicieron Marquesa de Moya, primer título que dieron.

El trono de los Bobadilla fue D. Castellano, uno de los primeros conquistadores, fundador del linaje; le cita Pellicer en su Origen de los Sarmientos de Villamayor, fol. 87. También se infiere del testamento de Diego Fernández de Medina, primer Señor de Bobadilla, aldea próxima a Medina, que fue el cuarto abuelo de Dª. Beatriz. (Nobiliario de Haro, título “Marqueses de Moya”.)

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22-03-2021 - Beatriz de Bobadilla ‘La cazadora’, tan hermosa como sanguinaria

Señora de la Gomera y amante del rey Fernando y de Cristóbal Colón. Su tía, con su mismo nombre, fue la gran y siempre leal amiga de la Reina Isabel la Católica

Antonio Pérez Henares.

Castillo de la Mota de Medina del Campo
Castillo de la Mota de Medina del Campo

En la Historia hay dos Beatriz de Bobadilla que en su tiempo alcanzaron gran renombre y fama. Fueron tía y sobrina. Ambas nacieron en Medina del Campo, con 20 años de diferencia y ambas vivieron en la corte y en la cercanía de los reyes, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. La primera, la tía, ha pasado a los textos como un dechado de lealtad y de virtudes. Amiga desde niña de Isabel, no tuvo esta mejor consejera ni valedora. Hasta estuvo a punto de dar su vida por ella. En el sitio de Baza, durante la guerra de Granada, un infiltrado enemigo se abalanzó sobre ella apuñalándola en reiteradas ocasiones. Pero no llegó ni a herirla. Las ropas de la dama fueron suficiente escudo y salió indemne. El sicario no debía ser muy ducho ni muy fuerte de brazo para fortuna de la Bobadilla. La reina Isabel la apreció siempre en mucho y su íntima amistad perduró durante toda su vida.

No tuvo, sin embargo, Isabel, el mismo aprecio por la sobrina. Y no le faltaron razones, aunque de inicio la protegiera y no dejara de otorgarle mercedes aunque ya fuera para mantenerla lejos. Beatriz de Bobadilla y Osorio. De niña hermosa y de joven y por siempre de una belleza deslumbradora, el oculto deseo de toda la corte. A la que no fue en absoluto inmune el rey Fernando, cuyas aventuras amorosas extramatrimoniales no fueron precisamente pocas, pero esta preocupó en mucho a la reina castellana. Más cuando aunque no viuda, sí estaba desconsolada por la muerte de su amante y había larga cola por consolarla, pero el rey gozaba de preferencia.

Porque si en estos tiempos hubiera sucedido el primer romance de la bella, hubiera copado todas las portadas. Él era nada menos que el joven y apuesto Gran Maestre de los aguerridos caballeros calatravos, don Rodrigo Téllez de Girón. La pareja de moda y una boda imposible, pues el galán no podía casarse, pues los calatravos eran freires, o sea frailes y no podían hacerlo. Célibes tampoco, pero eso era otra cosa. De hecho, el padre del mozo, Pedro Girón, Gran Maestre de la Orden, hijos tenía cuatro y bien reconocidos. Él renunció al cargo y lo entregó a su hijo, que tenía ¡10 años! para así poder casar nada menos que con Isabel, cuando era princesa y antes de que apareciera Fernando. No llegó, bien es sabido, a celebrarse boda. Tan solo un par de días antes y cuando se dirigía a sus esponsales, él dio un tarantantan nocturno y se quedó tieso. Un infarto o vaya usted a saber el qué, pero para inmenso alivio de Isabel.

El hijo, con 10 años, mantuvo el cargo, pero su ejercicio efectivo lo tuvo su tutor y tío Juan Pacheco hasta que cumplió los 18, y aunque el Papa había transigido con la condición de que hubiera de esperar hasta los 25, al final fue maestre con todas las bendiciones. Como tal fue primer contrario a Isabel, ya reina, y partidario de Juana la Beltraneja y luego ya cambió de bando donde fue bien recibido. La bienvenida mejor parece que fue la de Beatriz y sus amores poco tardaron en ser no solo notorios sino hasta pregonados y llevados con galanura por ambos.

Todo iba bien y dentro de lo que cabía y era tolerable. La imagen que se tiene de ciertas épocas en cuanto a conductas y permisividades es algo más que pacata, hasta que al maestre, cumpliendo como bravo en la guerra de Granada que los reyes habían comenzado hacia dos años, le alcanzaron dos saetas moras en el cerco de Loja y una no tuvo remedio pues le entró por el ojo. Murió que se diría en la flor de la vida, con tan solo 26 años. Ella, la hermosa, solo 22 tenía. Los consoladores no tardaron en cercarla y ahí apareció el solícito rey Fernando y el deseo de Isabel en mantenerla lo más lejos posible. Por ejemplo, mandándola a Canarias, cuya conquista y asentamiento castellano habían comenzado tan solo unos años antes. 

La ocasión se la pintaron calva y sin esperar nada, aquel mismo año de 1482. Estaba en proceso de juicio y con amenaza de soga un tal Peraza, apodado el Joven, por ser hijo de Pedraza el Viejo, señor y conquistador de la Gomera al que se le tenía en estima. El hijo, bastante había tenido participación en la conjura concluida en el asesinato del gobernador de Gran Canaria, Juan Rejón, por la que algunos de sus cómplices habían pagado con su vida. Así que se le hizo una propuesta que no podía rechazar, casarse con Beatriz, lo que era una verdadera pera en dulce, y volver a la Gomera llevándosela con ella. Aceptó feliz, claro. A ella tampoco le desagradó la idea porque, entre otras cosas, la reina le otorgó una substanciosa dote y se instaló en la isla.

A Beatriz le llamaban La cazadora, un apodo que en principio venía de su padre, Cazador Mayor del Rey, pero en la Gomera el apodo iba a adquirir otro significado. Hernán Peraza, su marido, del que tuvo dos hijos, Guillén e Inés, no tardó en meterse de nuevo en problemas. Sedujo y se hizo amante de una princesa nativa, Iballa. Sorprendidos por su tutor, los guanches acabaron con la vida de Peraza. Estalló una tremenda rebelión en toda la isla contra los castellanos. Beatriz demostró coraje y valor, se encastilló en la Torre de San Sebastián de la Gomera y aguantó hasta que llegaron refuerzos. Tropas de Gran Canaria al mando de su gobernador Pedro Vera, que levantaron el cerco y hicieron huir a los rebeldes.

Lo que sucedió después cambiaría de manera total la imagen de la bella Beatriz y su vida futura. Vera y ella ofrecieron a los rebeldes una amnistía a cambio de su rendición. Estos la aceptaron y entonces, faltando a su palabra, desataron un represión terrible, asesinando a muchos de ellos, tanto de las tribus sublevadas como de otras que no habían participado, y desatando así una terrible cacería de exterminio en la que buscaron la muerte de todo varón mayor de 15 años. Fue tal la crueldad que ambos fueron denunciados, entre otros, por el obispo de Gran Canaria, y hubieron de comparecer ante los reyes a rendir cuentas. A Vera, abuelo paterno, por cierto, del gran descubridor Alvar Núñez Cabeza de Vaca, gran defensor de los indígenas americanos, le costó el cargo y perder el favor para siempre de los reyes y a ambos tener que pagar una multa de medio millón de maravedís para rescate de los que habían esclavizado. Los buenos oficios de su tía la condesa de Moya logró que su sobrina pudiera volver a la Gomera, pero su nombre quedó manchado para siempre.

Beatriz, en la Corte, en aquellos años en el tramo definitivo de la guerra de Granada parece que se dedicó a otra caza, en la que no tenía rival alguna. Cristóbal Colón que andaba por allí intentado vender su viaje fue uno de ellos. Tanto fue el impacto y tan prendado quedó que hasta pensó en matrimoniar con ella. Ella entonces picaba más alto. Se le atribuyeron algunos otros, con Alfonso Carrillo, señor de Caracena, tras haberlo sido de Jadraque y Mandayona (Guadalajara) y sus castillos, y también del mío, Bujalaro, y hasta que había seducido a un paje de Juan, el hijo mayor de los reyes, el que solo sería gran cronista de Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, cosa asaz dudosa pues entonces este apenas tenía 14 años.

La leyenda de La cazadora ya estaba forjada. «Mujer despiadada, cruel, sanguinaria, ambiciosa, ladrona y ninfómana», a la que se unió el de Dama sangrienta, traficante de esclavos y envenenadora, pues también se dijo que así acababa con algunos amantes en la Gomera cuando se cansaba de ellos. Pero ni siquiera todo ello pudo borrar la huella de su belleza. Colón prosiguió cortejándola, y la vio antes de partir en el Puerto de Santa María. E intentó encontrarse con ella en la isla al llevar allí a reparar a La Pinta, pero ella estaba ausente. Sí lo consiguió en su segundo viaje, cuando ya era el descubridor de las Indias y fue un encuentro muy sonado según cuenta el paisano del genovés Michelle de Cuneo, que iba en el viaje. El Almirante hizo engalanar y embanderar las naves, hizo subir a galopines y grumetes por las vergas para llenarlas de color y gallardetes y gastó pólvora en salvas de lombardas y fuegos artificiales anunciando a la bella su llegada. Ella, viuda, le recibió con alegría y hospitalidad íntima al decir de las lenguas marineras. La aguada demoró bastantes días. «Todo ello se hace por causa de la señora de este dicho lugar, de la cual nuestro señor Almirante está encendido de amor (tincto de amore) desde otros tiempos. En este dicho lugar recogeremos refrescos y todo lo necesario. Me ha dicho que el día 10 de octubre daremos a la vela para tornar a nuestra derrota».

No sabía don Cristóbal que no mucho después, y en lo que creía sus dominios, se iba a topar con otro Bobadilla, el hermano de Beatriz, que fue enviado por los reyes a La Española, actual Dominicana, para cortarle las alas. Bobadilla se lo tomó tan a pecho que acabó mandándolo cargado de cadenas de vuelta a España, un exceso algo que desagradó a los Católicos, aunque ya de Colón no se fiaron para los restos aunque le dejaron volver en el cuarto y último viaje. 

En este, Colón volvió a pasar por la Gomera, pero se encontró a Beatriz, de nuevo casada. Lo había hecho en el 1488, esta vez nada menos que con el Adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo, a quien ayudó con sus dineros a conquistar, después de una intentona fallida, Tenerife. La cazadora había cazado marido y no solo eso. Su hijo Guillén, aunque era ella quien gobernaba (era señora de Hierro y la Gomera), pero su hija Inés casaría luego con el hijo de su marido, Pedro Fernández de Lugo, pues entre ambos no había parentesco consanguíneo alguno y que, a la postre, heredaría al padre en tierras y en el cargo de Adelantado. 

Tragedia en el mar

El Almirante, al llegar a las Indias, donde tenía prohibido desembarcar en la Española, intentó refugiarse en su puerto pues preveyó la llegada de un terrible huracán. Avisó de ello, pero el nuevo hombre al mando, Nicolás Ovando no se lo permitió, y el hermano de Beatriz, el Bobadilla que le había engrilletado, se tomó a chanza su advertencia y salió con 30 naos de vuelta y con destino a España. El huracán advertido por Colón lo envió al fondo del mar así como a 29 de las naves y miles de hombres. Este logró abrigo en alguna cala costera y salvó sus barcos.

La cazadora tenía también prohibido por la Reina Isabel regresar a Castilla a no ser que fuera por ella o la Justicia requerida. Andaba muy metida en pleitos por sus derechos canarios, y acechada por no pocos enemigos que se había ganado. 

Al fin pudo hacerlo a la muerte de Isabel, a principios del 1504 y regresó a su ciudad natal, a Medina del Campo. Pero no tardó mucho en encontrarse con la muerte. Aquel mismo año, en noviembre, se la encontraron, un amanecer, muerta en su cama. Tenía 42 años y seguía siendo una mujer muy hermosa. Quedó sembrada la duda de si había sido por causas naturales o si había sido envenenada. Una leyenda, o no, que añadir a La cazadora. Su tía, su protectora y confidente de la reina, 20 años mayor que ella, todavía tardaría en bajar a su sepultura, ella rodeada de alabanzas, siete años más que su sobrina. 

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Borjasax José Luis en Palacio Real Testamentario Isabel la Católica

Para los amantes de la historia que como un servidor conquense, siempre estamos dispuesto a compartir y sobre todo en este grupo en el cual soy un seguidores pasivos,aunque como ya sabéis no soy de Medina del Campo pero mantengo ciertos lazos de unión digamos lo así (Ese trocito de mi vida) "Que siempre me atrae" puesto que tuve la suerte de hacer el servicio militar en el cuartel de Artillería Marqués de la Ensenada en esta bonita localidad vallisoletana cargada de historia,quisiera dedicaros este artículo en el cual muchos de vosotros ya tendríais constancia también junto con mi hijo somos participes en una de las 1ª bandas de música de este vídeo en esta emotiva procesión de la Santa Hijuela en Carboneras de Guadazaón (Cuenca) 2012.

Os preguntareis por un instante:
¿Que relación guarda con Medina del Campo?
¿Que es la reliquia de la Santa Hijuela?

Pues bien... conoceremos su historia y nos remontaremos a la época de los Reyes Católicos, con los Marqueses de Moya,imagen al fondo en el testamentario de la Reina Isabel la Catolica.

Reseguir la biografía de Beatriz de Bobadilla es hacer un repaso a la vida de Isabel la Católica. Desde muy jovencita, Beatriz estuvo al lado de la reina de Castilla como su consejera y camarera mayor. Confidente y amiga, llegó incluso a salvarle la vida.

Encuentro en Arévalo

Beatriz de Bobadilla nació en Medina del Campo en el año 1440. Sus padres, Pedro de Bobadilla y María Maldonado eran personas allegadas a la corte. Cuando Beatriz era aún una niña, su padre fue nombrado guardián de la fortaleza de Arévalo, en la que la reina Isabel de Portugal y sus hijos, Alfonso e Isabel (la futura Reina Católica) fueron recluidos por orden de su hijastro, el entonces rey, Enrique IV.

A pesar de que Beatriz y la pequeña Isabel se llevaban 10 años de diferencia, congeniaron desde el primer momento. En aquel tiempo compartieron juegos, estudios y confidencias.

A la sombra de la reina católica

Los principales hechos en la vida de Isabel I de Castilla tuvieron como protagonista en la sombra a Beatriz de Bobadilla. El primero de ellos fue durante el asunto de la boda de su amiga con el noble Pedro Girón. Una boda organizada por su hermanastro, el rey Enrique IV pero que asustaba a la joven Isabel. Beatriz no dudó en organizar el asesinato del noble, algo que no llegó a suceder pues Pedro Girón murió antes de encontrarse con su prometida y su dama de compañía, oficialmente de muerte natural, supuestamente envenenado.

El pacto de los Toros de Guisando o el atentado a la reina en las murallas de Granada fueron otros hechos importantes de la vida de Isabel en los que Beatriz y el que sería su esposo jugaron un papel más o menos relevante. La reina incluso llegó a confiar el cuidado de su primogénita a su gran amiga. También parece ser que la decisión de aceptar la descabellada idea de Cristóbal Colón fue gracias a cierta influencia de Beatriz sobre Isabel2.

Marquesa de Moya

Isabel no se olvidó nunca de su gran amiga. Tras buscarle un buen marido en la persona de Andrés Cabrera, un noble que había sido Camarero mayor de Enrique IV, les otorgó el marquesado de Moya, el 4 de julio de 1480. Los nuevos marqueses tendrían 9 hijos durante su matrimonio.

Después de la reina

El 26 de noviembre de 1504 moría Isabel la Católica. Beatriz tenía entonces 74 años y había de vivir 7 años más. En aquellos últimos años tuvieron que sufrir el alejamiento de la corte a causa de la llegada del nuevo rey, Felipe el Hermoso, esposo de Juana la Loca. Aunque la repentina muerte de Felipe permitió que los marqueses volvieran a Segovia, ya no se instalaron en el alcázar.

Durante las revueltas posteriores, Beatriz y su esposo defendieron los derechos de Fernando el católico presionando sobre el sitio que duró 7 meses a manos de nobles rebeldes. El 15 de mayo de 1507 el Alcázar era entregado. El rey Fernando confirmó en sus posesiones a los fieles marqueses de Moya. Pero ya viejos, a partir de ese momento hicieron una vida tranquila dedicada a obras de caridad.

Beatriz de Bobadilla moría el 17 de enero de 1511.
Don Andrés Cabrera (1430-1511) y doña Beatriz de Bobadilla (1440-1511), él mayordomo de la Casa Real y ella Camarera de la Reina Isabel I de Castilla -primeros marqueses de Moya (Cuenca),

http://www.daroca.info/Corporales/hijuela/santa_hijuela.htm

https://www.youtube.com/watch?v=t6aUI2NT2TM

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20-03-2021 - La marquesa que salvó a Isabel la Católica de un atentado en Málaga gracias al oro de su ropa.

La fascinante historia de Beatriz de Bobadilla, la mujer de confianza de la Reina de Castilla, se recuerda en un callejón cercano al Museo Picasso Málaga. Amigas desde niña, la noble fue confundida con la monarca y recibió un ataque durante el asedio a Málaga. Esta es la historia.

ANA PÉREZ-BRYAN Bajorrelieve

Bajorrelieve en la sillería de la Catedral de Toledo que recuerda el ataque frustrado a los Reyes en Málaga
Bajorrelieve en la sillería de la Catedral de Toledo que recuerda el ataque frustrado a los Reyes en Málaga

Las crónicas de la ciudad sobre la conquista de Málaga están repletas de curiosidades y anécdotas sobre aquellos meses en los que los Reyes Católicos organizaron el asedio de la ciudad frente a los musulmanes en el marco de la Guerra de Granada. Con Fernando desde su campamento de La Victoria e Isabel desde la Trinidad, la historia esconde sin embargo algunos episodios que fueron determinantes para la toma final de Málaga (1487) y que podrían haber dado un giro dramático si no hubiera sido por la participación de personajes de segunda línea.

Uno de ellos fue Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, dama de la Reina, consejera, mano derecha y amigas desde niñas que salvó en sentido literal a los Reyes Católicos de un atentado porque el atacante las confundió. Como leen. Sin aquel error de cálculo, los acontecimientos podrían haber sido diferentes y probablemente aquel campamento en los terrenos que hoy ocupa el santuario de La Victoria se hubieran convertido en la tumba de los monarcas.

El episodio está ampliamente recogido en la documentación histórica que ha llegado a nuestros días, pero no tanto la personalidad de esta mujer que da nombre a una pequeña callejuela en el entorno del Museo Picasso Málaga bajo el rótulo de 'Marquesa de Moya' desde el año 1887, coincidiendo con el cuarto centenario de la toma de la ciudad. Que el atentado contra Isabel y Fernando no tuviera mayores consecuencias no quita, sin embargo, ni un gramo de valentía y arrojo a esta dama que en más de una ocasión logró torcer, para bien, el futuro de su amiga Isabel. Ahora bien, ¿quién intentó atentar contra los Reyes?, ¿cómo se desarrolló el ataque?, ¿qué fue lo que salvó no sólo a la reina sino también a su consejera y confidente?

Todas las respuestas se encuentran en ese tramo histórico que ocupó la conquista de Málaga. Durante la contienda, los Reyes Católicos estuvieron acompañados por la propia Beatriz de Bodadilla y su marido Andrés Cabrera, alcaide del Alcázar de Segovia y, ambos, judíos conversos. La pareja se había convertido ya por méritos propios en personal de confianza de los monarcas y, durante las gestas militares, ocupaban las tiendas más cercanas a los aposentos reales. En el caso del atentado de Málaga, éste se produjo en el campamento de Fernando, en la huerta del Acíbar (en La Victoria), y más de 100 días después de que comenzara el asedio cristiano a Málaga. A aquel lugar llegó Ibrahim Al Guerbi, un santón natural de Túnez pero procedente de Guadix supuestamente guiado por un sueño en el que Alá le había mostrado cómo librar a la ciudad de la presión de los monarcas. Para eso, tenía que esperar el momento adecuado, que llegó con la noticia de que Isabel se había desplazado a Málaga para animar a los soldados y a su esposo.

Arriba, retrato de Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya. Abajo a la izquierda, recreación pictórica del apresamiento de Al Guerbi. Al lado, imagen antigua de la calle Marquesa de Moya, en el entorno del MPM / SUR Y ARCHIVO MUNICIPAL
Arriba, retrato de Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya. Abajo a la izquierda, recreación pictórica del apresamiento de Al Guerbi. Al lado, imagen antigua de la calle Marquesa de Moya, en el entorno del MPM / SUR Y ARCHIVO MUNICIPAL

Con la excusa de que tenía información importante sobre el asedio, Al Guerbi pidió ser recibido por el rey, que en ese momento descansaba, dormido, en su tienda de campaña. La Reina accedió, pero ordenó que la visita esperara a que Fernando despertara y que, hasta entonces, fuera conducido a la tienda contigua, donde se encontraba su amiga Beatriz de Bodadilla con otros tres nobles de la corte, entre ellos Álvaro de Portugal. Aquella presencia confundió al santón, que al verlos elegantemente vestidos y percatarse de las reverencias y muestras de respeto que recibían, supuso que Beatriz y Álvaro serían los reyes. Sin pensárselo, sacó el cuchillo que llevaba escondido en el fajín y los atacó con violencia. La cuchillada más profunda se la llevó Álvaro de Portugal, en serio peligro de muerte, en la cabeza; pero Beatriz logró esquivar el ataque y sufrir sólo heridas leves. Sin embargo, la razón de esta 'salvación' no deja de ser curiosa y va más allá de los reflejos de la noble; al menos así se recoge en la extensa biografía que conserva la Real Academia de la Historia sobre la marquesa de Moya: «Beatriz fue atacada por un moro que la hirió sin gravedad gracias a la defensa que de ella hacían los adornos de oro de su traje (…). Su afición a los 'arreos' le habían salvado la vida», recoge el texto.

También su determinación, ya que fueron sus gritos los que alertaron a los soldados, que apresaron a Al Guerbi y lo ajusticiaron con severidad: las tropas cristianas le dieron muerte y su cuerpo, ya en trozos, fue catapultado por encima de la muralla de la Alcazaba. Al conocer el atentado frustrado y el destino de su enviado, los musulmanes que resistían convirtieron al santón en mártir de la ciudad.

Del otro lado, aquel episodio reforzó aún más los lazos de Isabel y Beatriz. Cuentan las crónicas que en agradecimiento a su participación en el ataque, la marquesa recibió unas casas en Sevilla, treinta esclavas tomadas en Málaga y la posibilidad de enviar una carabela con mercadería a Guinea con exención del quinto (uno de los impuestos de la época). Antes de aquello, sin embargo, la marquesa de Moya ya era un pilar fundamental en la vida de Isabel la Católica, sobre la que ejerció gran influencia hasta el punto de acuñar uno de los dichos de la época: «Después de la Reina de Castilla, la Bobadilla».

Una infancia en el castillo

Aquella relación entre ambas se forjó desde la infancia, cuando Beatriz e Isabel compartieron residencia en el castillo de Arévalo, cuyo alcaide era el padre de la marquesa y donde vivía custodiada y recluida la reina viuda Isabel de Portugal con sus hijos, Isabel y Alfonso, por orden de Enrique IV, su hijastro. La convivencia duró ocho años y a pesar de la diferencia de edad -Beatriz tenía 14 años y la Reina de Castilla, sólo tres- el vínculo nunca se rompió: «Me acuerdo de verlas ya viejas e nunca la reyna la llamaba sino hija marquesa», dejó escrito Gonzalo Fernández de Oviedo, primer cronista de las Indias.

Ya como parte del séquito de damas de la monarca, 'la Bobadilla' contó con innumerables privilegios: más allá de la concesión del título de marquesa, disfrutó de la merced de contar con la 'Copa de oro' -la copa de habían bebido los Reyes- o de situarse con su marido, en las ceremonias religiosas con motivo de la Navidad, junto a la cortina real para que una vez Fernando hubiese recibido la paz se la transmitiera con sus propias manos a Andrés Cabrera y la reina, a Beatriz. Otro de esos guiños de la monarca a su amiga -y como gesto único con ella en vida- fue el añadir a su escudo una mención específica de mejora en sus armas, convirtiéndose en el único testimonio de que en unas armas matrimoniales se haga una mejora de las de la esposa y diferenciadas de las del marido, según recoge la Real Academia de la Historia. En el plano más íntimo y personal, también fue la marquesa de Moya la encargada de cerrarle los ojos para siempre a la Reina a su muerte.

En efecto, Isabel nunca olvidó todos los gestos de su dama, y no sólo en el episodio del atentado de Málaga. También en otro de juventud: el rey Enrique IV quiso casar a su hermana Isabel, por entonces con 15 años, con Pedro Girón, un vasallo cincuentón que había tenido varios hijos con diferentes mujeres y con fama de violento y de poco caballero. Los cronistas relatan que el día antes de anunciarse el compromiso, Isabel pasó toda la noche rezando para que desapareciera Girón y que Beatriz le prometió que ella misma se encargaría de frustrar la boda «incluso apuñalando al impresentable novio». El ataque no fue necesario porque 'casualmente' el pretendiente murió por camino: oficialmente pasó como muerte natural, pero otras crónicas desvelan que fue envenenado. De la participación, o no, de la marquesa en ese episodio nada se sabe, pero aquella fue sería primera de las muchas ocasiones en que Isabel y Beatriz lograron reescribir la historia y sortear a la mala suerte en la vida. Y también en la muerte.

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Diego Hernández de Medina

Primer Señor de Bobadilla, como va dicho, por privilegio rodado de Alfonso XI, confirmado del Rey de Granada. Prelados y ricohombres, en Sevilla, año de 1342. Le llamaban el Camarero, por su cargo con el Rey; éste e confió la Embajada de Aviñón. Fundó cuatro Mayorazgo, que repartió en sus hijos e hijas. Tuvo tres mujeres; fue la tercera Dª. María González,  de Sevilla; su hija, Dª. Isabel Hernández de Bobadilla; para ésta fue el mayorazgo de Medina, con condición de casarse con un individuo del linaje de D. Castellano. El poseedor actual (1815) de este mayorazgo es D. Andrés de Quevedo Fernández de Velasco, Marqués de Cilleruelo, Mayordomo de semana de S. M.

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Diego Hernández de Medina

Llamado el Mozo, e hijo del anterior; fue Secretario de Enrique II, al que acompañó fielmente en todos sus infortunios trabajos.

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Diego Hernández de Vadillo

Fue Secretario del Rey Fernando de Aragón, su Embajador al Emperador Segismundo, al antipapa Benedicto y Concilio de Constanza.

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Hernando de Mercado

Hermano de Alonso, ya citado; fue capellán del Infante D. Fernando, año de 1514; pasó luego a Camarero de Clemente VII, cundo era Arzobispo de Toledo, el cual le recomendó el Emperador D. Fernando, Rey de romanos, mencionándole hijo de Fernando su Despensero mayor, que lo había sido también de Isabel la Católica y sobrino de Alonso de Mercado, su cazador mayor, y le recomienda para que le coloque según la ocasión y tiempo que pueda.

Fechada esta carta en Madrid, a 14 de Diciembre de 1554: “Yo el Rey.” Posteriormente se restituyó a España, y fue canónigo de Guadix.

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Juan de Bobadilla

Hijo de Cristóbal; fue Montero mayor de los Reyes Católicos, Alcaide de SS. AA., Corregidor de Madrid en 1477, poniendo en paz a los escuderos e hidalgos de esta villa. Casó con Dª. Leonor de Guzmán. Fue su hijo Cristóbal de Bobadilla y Daza.

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Diego Ruiz de Montalvo

SU ORIGEN FUE EN UN CABALLERO EXTRANJERO DE LOS Alpes vinieron a España a ayudar a la primera reconquista, año 760 y reinado de D. Alfonso el Católico. Méndez Silva dice que en 750 ayudó a Ferrán Martínez de Montalvo, a echar los oros de Arévalo, y de éste descienden los de Medina; enlazaron con los Pollinos por Dª. Ruiz de Medina, nieta de Berengario, fundador del convento de San Bartolomé. También enlazaron con la familia de Gutierre Castellano.

D. Diego Ruiz de Montalvo fue Comendador de Ocaña, Caballero de Santiago, los Reyes Católicos le nombraron Alcaide de Monleón, Corregidor de Toro, Tordesillas y Segovia, y Embajador de Francia. Casó con Dª. Leonor de Torre, y fue su primogénito D. Juan Gutiérrez de Montalvo, Señor de Serrada.

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Bartolomé Ruiz de Castañeda

Hijo de Sancho Ruiz de Coiro, Secretario de los Reyes Católicos, figurando en el linaje de los Pollinos en 1588; fue también Secretario de Carlos V y de la Reina Dª. Juana.

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Juan de Villarroel

Hijo de Alonso de Villarroel, Caballero de Alcántara, y Gentilhombre de boca de Felipe IV.

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Pedro de Bobadilla

Hijo de Juan Fernández de Bobadilla y de Dª. Beatriz del Corral, Dama de la Reina Católica. Valeroso caballero en los reinos de Juan II, Enrique IV y Reyes Católicos en las guerras de Portugal, Aragón y Granada. La Reina Dª. Leonor le envió de Embajador al Rey D. Alonso de Aragón, su hijo, D. Juan II le mandó también a Aragón, donde fue muy conocido por Mosén Pedro.

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Sancho Briones

Fue Aposentador de Carlos V y Embajador a D. Fernando, Rey de Hungría, su hermano, y al Papa Clemente VII.

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Baltasar de Álamos

Caballero del Hábito de Santiago y Secretario de S. M.

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Diego de Saldaña

Casó con Dª. María de Bobadilla. Fue Maestresala de Enrique IV, su Embajador a Roma, Portugal Francia; Secretario de la Princesa Dª. Juana, con la que pasó a Portugal. Murió en Medina y fue sepultado en Santiago.

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Diego de Valderrama.- (Oss. Págs. 223, 305 y 305.)

Le trata con bastante extensión Ossorio.

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